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LLAMADO A LA SOLIDARIDAD

Recuerdo cuando era chico y en la TV aparecía en medio de la tanda publicitaria un pedido como este: “Llamado a la solidaridad. Se necesita con suma urgencia conocer el paradero de...”. Hoy me acordé de eso, y creo que si pudiera colocaría ese aviso con la finalización de: la Fórmula Renault.

Esa que tuvo varios nombres, desde Fórmula Junior con la que nació en 1963, para luego ser F4, Formula Renault, FR 1,6; FR 2.0, fugazmente Fórmula Pirelli 2.0, hasta llegar a Fórmula Nacional 2.0; o sus innumerables apodos: la escuela de talentos, la universidad del automovilismo nacional, o simplemente la Fórmulita. En resumen, la categoría por donde todos los grandes nombres del automovilismo nacional pasaron en las últimas cuatro décadas.

Si, estoy hablando de los formulitas. ¿Usted sabe algo de ellos? Yo no, desconozco su paradero y realmente temo mucho por su futuro. Por eso pondría el recordado anuncio.

Años de malas decisiones, de negocios de poca claridad, de esos que todos sabemos que no deben hacerse en la escuela, eso y algunas cosas más la pusieron en jaque. Después de una prolífera historia, donde una media docena de autos se volvían a sus talleres sin poder disputar la final, por haber clasificado entre los que no entraban en el número máximo a correr en cada circuito, pasamos a una especialidad a la que le costó sumar más de veinte unidades por carrera en los últimos certámenes.

Y aunque parezca mentira, esta locura si fue de un día para el otro. Fue cuando la dirigencia del TC2000, en épocas de Pablo Peón, decidió prohibir la participación de los chasis Crespi e impuso como único vehículo permitido al Tito 01. Los porqué son varios, pero no dejan de ser negocios que poco tienen que ver con la escuelita, ya que la excusa de la seguridad, fue simplemente eso. De unos cuarenta autos promedio en la temporada 2006 pasamos a tener poco más de 15 en el inicio del 2007. Desde allí ya nunca volvió a ser lo que era. Se mantuvo con un parque de 25 autos aproximadamente en los primeros años de los Tito, para luego caer a 17 unidades por carrera de promedio.

Pero aún restaba más. Todo se complicó más. El diseñador de los chasis, Héctor “Tito” Pérez, dejó de ser parte del proyecto. Un tercero fabricaba los autos y repuestos, elementos que comercializaba Auto Sports. Y de allí la última debacle. Precios exorbitantes, sobreprecios ridículos, poca predisposición para dejar sobrevivir a los equipos, pésimo mantenimiento de los motores, principalmente por las imposibles condiciones de pago a los responsables de las plantas impulsoras, lo que generaba una disparidad absurda en sus rendimientos, con la lógica desilusión de quiénes los aceleraban. Y así miles de piedras más en el camino.

La Fórmula siempre fue cosa de chicos, de jóvenes aspirantes a pilotos de primer nivel. Por obvias razones, en este ámbito el dinero lo pone la familia del piloto, o un sponsor amigo de la familia en el mejor de los casos; ¿cómo es entonces que correr allí tuviera el mismo valor que en un auto de turismo de índole nacional? ¿Acaso no sabemos que se vende mejor un auto con lugares para que se vean las publicidades? El porqué de los costos ya lo sabemos...

Pero faltaba el golpe de gracia. Faltaba el olvido. Pareció que desde la misma organización de las carreras se pretendía darle la espalda. Cero difusiones. La no presencia en los medios, ni siquiera en los que la misma empresa dueña de la categoría regenteaba, fue terminal. Anulada de los medios, salvo la transmisión de la carrera (a veces en vivo), al universo formulero se lo tragó un agujero negro.

Hoy la categoría, lucha por sobrevivir. Lo hace con las herramientas que dispone: sus equipos. Los propietarios de los equipos intentan formar una asociación con la cuál defenderse de tanta apatía. Pero por ahora no lo han logrado.

La compra del “paquete TC2000” dejó a la Fórmula con nuevos organizadores, pero por ahora con los mismos problemas. Si no fuera por los equipos, la categoría hoy ya no existiría. Los chasis se hacen a pulmón. Uno de los equipos dominadores de los últimos años compró los moldes y cunas para fabricar los autos, y con la anuencia y ayuda de los demás equipos se hicieron trabajos de actualización: se diseñó y colocó el Halo, se estiró el chasis unos 10 centímetros y así algunos otros puntos más. Pero siempre a pulmón, siempre en el galpón del fondo.

La Fórmula debía iniciar su temporada en Rosario, pero no había suficientes autos disponibles. Pocos pudieron, y solo a costa de su bolsillo, hacer los trabajos de actualización. Ya es un hecho la habilitación para la incorporación de los chasis Crespi, pero fue el mismo fabricante de Balcarce quién aclaró que debe ser un auto de diseño nuevo, y es obvio que nadie invertirá en un auto para una categoría de la cual se desconoce el paradero.

En la próxima cita, en Bahía Blanca, esperan estar presentes. Por el bien de la historia de nuestro automovilismo, ojalá que no sea necesario repetir el anuncio de llamado a la solidaridad.

Christian Carbia

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